Fuente: Radio UChile
“Primero, la colección regresa a su tierra nativa porque estamos a 30 kilómetros de Monte Verde. Y, segundo, estamos más cerca a la integración de la colección con el sitio y espero que en el futuro se pueda contar todo esto para un museo de sitio”. Con esta declaración en diciembre de 2019, el arqueólogo estadounidense Tom Dillehay destacaba el anuncio de la Universidad Austral de Chile: el traslado de las piezas del sitio arqueológico Monte Verde a la sede de Puerto Montt.
Desde 2007 la Universidad Austral de Chile cuenta con autorización del Consejo de Monumentos Nacionales para custodiar, provisoriamente, la colección arqueológica de este sitio, conformada por miles de artefactos (o fragmentos de ellos), la mayor parte restos orgánicos arqueobotánicos, líticos y arqueofaunísticos. El “viaje” de estos artefactos será desde el depósito de la Dirección Museológica en Valdivia al Laboratorio de Conservación y Documentación de Colecciones de la Patagonia.
Pero este regreso tiene un punto de origen. Dillehay y su equipo iniciaron una excavación a unos 28 kilómetros al sudoeste de Puerto Montt en 1977, que revelaría “un nuevo capítulo” en la historia sobre el poblamiento de América. Una cronología de 14.500 años y quizás más de un asentamiento humano.
Pese a las limitaciones en medio de la pandemia, las “etapas” de la preparación del traslado de la colección de Valdivia a Puerto Montt están en curso y con un trabajo interdisciplinario que reúne a profesionales e instituciones a nivel nacional en materia de patrimonio. A las piezas del sitio arqueológico, se sumó la reciente donación del investigador norteamericano. Un importante material de propiedad intelectual, que abarca toda la documentación desde 1977: mapas, fotos, apuntes de campo, entre otros.
En conversación con Diario y Radio Universidad de Chile, Cecilia Lemp Urzúa, encargada de colecciones de la Escuela de Arqueología de la Universidad Austral de Chile (sede Puerto Montt) entregó detalles de este proceso. La conservadora y restauradora ha liderado la puesta en marcha del Laboratorio de conservación y documentación de colecciones de la Patagonia. “Se ha solicitado la tenencia permanente de la colección de Monte Verde al Consejo de Monumentos Nacionales” explica la académica.
¿Cuándo ingresaron el trámite al Consejo de Monumentos Nacionales?
Tiene que ver con la historia de la colección de Monte Verde que fue excavada en la década del 70 y que, posteriormente, es trasladada a las instalaciones de la Universidad Austral de Chile en Valdivia para desarrollar los procesos de investigación y conservación. En ese marco, pasaron varios años. En 2007, la directora de la Dirección Museológica de esa época, que fue Leonor Adán, decidió normalizar la tenencia de la colección por parte de la UACh para que el Museo Histórico y Antropológico Maurice van de Maele pudiera hacer ese trabajo.
Y se solicitó al Consejo de Monumentos su tenencia, se formalizó en rigor. Y el Consejo emitió una ordenanza en que declaraba que se le asignaba a la Dirección Museológica la tenencia, pero en rango de transitoriedad. Infiero a través de las conversaciones que he tenido con los trabajadores del museo, se debería, por un lado, a que estaban en un proceso de mejoramiento de los depósitos. Y también considerando el hecho de que la colección o los materiales procedían arqueológicamente de una zona distinta a la región de Los Ríos. Estamos hablando de la región de Los Lagos. Por lo general, por la Ley de Monumentos, declara que es preferencia de que los materiales sean depositados en instituciones de la misma región de donde proceden o se ubican los sitios arqueológicos.
Y, posteriormente, se suscitó una serie de hechos: la relevancia del sitio, con sus procesos de investigación, nuevas dataciones y además el interés de la Universidad de crear la carrera de Arqueología. Se requería, por un lado, generar un nuevo depósito y también está la solicitud de la Fundación Monte Verde de acceder a la tenencia permanente de la colección. En rigor, en ese momento, el Consejo de Monumentos declaró que no era posible considerando los requerimientos de infraestructura y personal que se necesitaban y recomendó que fuera una universidad la que siguiera con esa tenencia.
Por lo tanto, en asociación con la creación de la carrera se pensó postular al traslado de la colección a la región de Los Lagos. Y la implementación de este depósito. Así, se solicita la tenencia permanente en marzo de 2022. El 11 de ese mes ingresa este expediente técnico que permite iniciar el proceso tanto de la autorización del funcionamiento del laboratorio como del depósito. Y también el traslado de la colección Monte Verde.
¿Cuándo se podría conocer una decisión del CMN?
Nosotros ya pasamos una etapa de ese proceso. El expediente se compone de diversa información sobre la caracterización de la colección, diagnóstico del estado de conservación, los fundamentos del por qué es importante el traslado a este nuevo recinto dentro del marco de trabajo de la UACh y tuvo una buena aceptación. Fue revisado por el arqueólogo Ítalo Borlando que pertenece a la oficina del Consejo de Monumentos en la región de Los Lagos y lo presentó a los encargados. El informe tiene una pre-aprobación y, posteriormente, se había decidido que pasara a la plenaria del consejo el 18 de abril.
La decisión se postergó porque las condiciones del depósito nuevo todavía están en proceso de mejoramiento. Tiene que ver con una intervención técnica por parte de los ingenieros para la aislación de los muros, considerando la ubicación del depósito que está a 100 metros de la costa. Y, por otra parte, de las condiciones climáticas de la región.
Considerando una mirada a esta macrozona geo arqueológica, ¿Cuál es la perspectiva o el impacto local del traslado?
Este estudio comprometió tener una caracterización de la colección, en cuanto a calidad y cualidades. Se pudo establecer que estaba compuesta por 1.920 conjuntos de materiales arqueológicos. La colección tiene una data promedio entre 12.500 a 14.500 años antes del presente y está conformada en más de un 53 por ciento de material orgánico. Cuando fue extraída de este contexto, de una turba que es Monte Verde, tuvieron que aplicarse tratamientos bien complejos desde el punto de vista de la conservación para que los materiales no se desarmaran ya que venían saturados de agua. Habían cambiado su composición material o química.
Esos procedimientos se aplicaron hace casi 40 años y se evaluó que necesitaban también un proceso de mejoramiento. En virtud a eso, se determinó que la colección, si bien no es tan numerosa, sí tiene casos complejos de abordar desde el punto de vista de diseño de embalajes, de estado de fragilidad y de la diversidad con que está compuesta. Si bien tiene un componente orgánico mayor también hay restos de sedimento que son para muestras de análisis.
Hay material lítico, artefactual, hay huellas o improntas humanas, entonces están en un estado estable, pero se presenta como un desafío el traslado con ellas de una región a otra. En ese sentido, estamos pensando en considerar un sistema de embalaje que asegure la estabilidad de cada unidad o cada conjunto de piezas para asegurar un viaje de tres horas sin problemas.
También una planificación de traslado, es decir, chequear el estado de cada pieza, los registros y los inventarios que acompañan la colección.
¿Cómo ha sido del avance de las distintas “etapas” de coordinación?
Fue abordado con buena disposición del personal y los profesionales de la Dirección Museológica. Nos dimos cuenta como afectó este proceso de la pandemia en las colecciones y los museos en general. Algo que no solamente se vio acá en el sur, sino que en el mundo. En que hubo una orden de desalojar las instituciones, de hacer visitas puntuales y bajo rigurosos requerimientos sanitarios.
En este periodo, que fue bastante largo, tuvimos que considerar que al regreso nos enfrentaríamos con posibles deterioros en las colecciones. Fuimos de a poco trabajando, primero con telediagnóstico, es decir, el equipo de la dirección fue en ciertas instancias a inspeccionar la colección. Nos transmitía tanto a mí en Puerto Montt como a las colegas del Centro Nacional de Conservación y Restauración, que nos están asesorando en este proceso, una imagen tanto de las características del depósito como de la constitución de la colección desde el punto de vista del embalaje, identificación en etiquetado, entre otros antecedentes. Ésa fue una primera etapa.
Después hubo otro telediagnóstico para ver dentro de las cajas. Yo, particularmente, no conocía la colección entonces quería ver como estaba constituida. Ahí nos dimos cuenta que había una diversificación de tipos de embalajes que correspondían también a distintos procesos durante la trayectoria de la colección en la dirección. También decidimos hacer un estudio climático del depósito (humedad relativa y temperatura) por lo que se instalaron data loggers. Y algunos equipos de extracción no estaban funcionando bien. Se determinó que la colección estaba en riesgo de sufrir un biodeterioro, por lo tanto, había que implementar medidas de emergencia para empezar a controlar esos procesos como aislar cierto material orgánico.
Valdivia tiene sus características particulares de vegetación, de clima y es extremadamente lluvioso. Y si bien en verano sube la temperatura, la humedad relativa se mantiene bastante alta.
La donación del Dr. Tom Dillehay llegó en 36 cajas en diciembre de 2019 a Valdivia. ¿Qué se recibió en ese envío?
Es un trabajo mancomunado con Tom Dillehay porque estamos en constantes conversaciones para resolver dudas sobre el historial de la colección o sobre su composición. Y en relación a eso es muy importante saber que en la fase de trabajo arqueológico hay que llevar una documentación asociada a la colección y eso tiene que ver con el registro que parte desde una excavación, de un sitio o una zona geográfica. Desde el desarrollo de una investigación hasta el último análisis o con una pregunta relacionada con el trabajo del investigador o lo que se sume a futuro.
A él le interesaba entregar este archivo documental, como ejemplo, sus notas de campo, pruebas experimentales, notas de análisis científico y publicaciones. Tom me pasó grabaciones de los resultados de las muestras de arqueobotánica desarrollado por un laboratorio de la UACh que se quemó hace un par de años… pero se rescataron a través de este registro. Además, las notas de los préstamos, las consultas de otros investigadores y su correspondencia. Eso da cuenta de una información relevante desde el punto de vista administrativo. Tom Dillehay decidió entregarlo en comodato a la sede de Puerto Montt de la Universidad.
Una “iniciativa pionera” en Los Lagos para el patrimonio arqueológico
Durante 2019 se avanzó en la construcción del Laboratorio de Conservación y Documentación de la Patagonia. El recinto tendrá como misión la conservación, interpretación y contextualización del patrimonio a su cargo. La primera colección científica que recibirá el Laboratorio corresponderá al sitio Monte Verde, uno de los testimonios arqueológicos más tempranos de la historia humana en América.
¿Cuál es la importancia que tendrá la puesta en marcha del laboratorio en la zona?
El diseño del laboratorio surge de la propuesta de generar un espacio de depósito y trabajo de colecciones con la Escuela de Arqueología. El diseño estuvo a cargo del arquitecto y Premio Nacional, Edward Rojas. Esta área está compuesta por el laboratorio, una oficina (suma registro y documentación), dos pequeñas bodegas para materiales y en el piso inferior está el depósito. El tamaño del edificio permite tener un recinto inicial para empezar a trabajar con la carrera en cuanto a generar experiencias de investigación, docencia (laboratorio y futuras colecciones) y también un trabajo de vinculación con el medio.
También se considera una tercera etapa que involucra un Centro de Interpretación. ¿Cuál es la relación con otros actores o integrantes de la comunidad en general?
Dentro del programa que constituye el quehacer del laboratorio de conservación arqueológica, hay dos áreas: una que tiene que ver con la vinculación con el medio y llevar nuestra mirada de los acervos patrimoniales a los estudiantes en todos sus niveles. ¿Cuál es su percepción de estos espacios? ¿Qué necesitan los maestros para las escuelas? Y lo que ellos nos pueden transmitir en el manejo de la docencia. Además, el manejo de las colecciones lo he vinculado con el proceso de aprendizaje. Y para ello, contamos con un equipo integrado por estudiantes de la carrera de Arqueología los que postulan como voluntarios cada semestre.
¿Cómo llevar este programa a distintos lenguajes de comunicación? Capacitar y analizar la información, por ejemplo, para poder recibir a estudiantes de quinto o sexto básico. A partir de un proceso de investigación, contarles de qué se tratan estos objetos y las similitudes a muestras arqueológicas o botánicas que se ven hoy en día.
Hay restos de conchas o dietas marinas que hoy los niños y niñas pueden ver en un curanto. Y quizás las muestras tienen tres o cuatro mil años y reaccionen: ¡en esa época consumían los mismos alimentos! ¿Por qué se preservan tanto tiempo? En ese sentido, se ha da dado una buena experiencia de retroalimentación con ellos. Las nuevas generaciones están abiertas a escuchar y también a cuestionar las percepciones. La idea de laboratorios abiertos, es una nueva estrategia para acercarse a las comunidades. Con sus propios lenguajes e historias de vida ¿Para qué me sirve? Los estudiantes conocen su medioambiente, territorio e incluso deben trasladarse de lugares lejanos para asistir a la escuela. Tienen otra perspectiva para mirar estas evidencias…como le llamamos nosotros en los contextos científicos.
Ir al servicio de la comunidad. ¿Qué les interesa saber de su cultural material o de su entorno? Por ejemplo, estamos participando en museos escolares de la región de Los Lagos. Hay una escuela que ya tiene uno en implementación y necesitan asesoría en materias de conservación y de cómo postular la inscripción de su museo.
Imagen de portada: fotografía de Ximena Rojas